martes, 7 de octubre de 2014

172. ¿Algo huele a podrido …en los sindicatos?

Esta frase proverbial  pronunciada por Marcelo en el acto I de Hamlet, nos sirve para encabezar esta reflexión sobre la corrupción en los sindicatos y de manera más general sobre si ocurre algo raro en el mundo sindical

Asistimos durante los últimos tiempos a  un aluvión de noticias que ligan a algunos sindicatos con conductas de ética dudosa o airean comportamientos discutibles de representantes sindicales en algunas instituciones. Además, también aparecen referencias a despidos objetivos y colectivos, EREs , etc. donde los sindicatos aplican sin rubor la reforma  laboral.


Es posible aducir que este esparcimiento de boñiga política es una cortina de humo, la intención al airearlo puede obedecer al deseo de ocultar otros porquerías del propio partido del gobierno, por ejemplo. También es cierto que denigrar a los sindicatos es funcional para la devaluación interna (en cristiano, para rebajar salarios y condiciones de trabajo), único mantra contra la crisis de este gobierno.
En cierta medida es tentador acudir a la justificación de que todos somos pecadores o el tú más. Sin duda no se debe olvidar, por ejemplo, que la formación ha sido una fórmula de financiación de diversas organizaciones, también de la patronal. Si tenemos en cuenta que el  ex presidente de la CEOE está en la cárcel y a un vicepresidente le han mentido una multa elevada por pagar en negro, no sería difícil de creer que a lo mejor también ahí cuecen habas. Pero esto tampoco altera la responsabilidad de cada uno por sus propias acciones. Además, la afirmación de que todos son iguales puede tener consecuencias intencionadas pues diluye la culpabilidad mayor de aquellos partidos de gobierno y contribuye a cauterizar el poder alternativo de los sindicatos.
Pero sea cual sea la intención del divulgador eso no altera la veracidad de los hechos denunciados, se utiliza dinero público cuyo destino era la formación para otros menesteres más  pedestres y la participación en ciertos instituciones conlleva la distribución de ciertas prebendas, también para los representantes de  los sindicatos.  Y los comportamientos empresariales  más rigurosos son también el pan nuestro de cada día en lo sindicatos.
Entonces, vayamos al mogollón, al centro del asunto; ¿son los sindicatos corruptos? Pues no. Nada en su articulación condiciona hacia esas prácticas, no persiguen el poder para el beneficio de sus gestores. De hecho de manera táctica se configuran como una alternativa relativa al poder empresarial, se estructuran como una barrera frente al poder empresarial. De manera estratégica los sindicatos  buscan la subversión del orden social en mayor o menor medida, pero no el ejercicio directo del  poder en esa nueva estructura. Los sindicatos, recordemos, son una asociación voluntaria con fines generales de defensa de los derechos de los trabajadores
A nuestro entender existe en el código genético de los  sindicatos cierta tendencia a configurarse como contrapoder. De hecho la verdadera corrupción del sindicato sucede cuando se doblega a los dictados del empresario y es la voz de su amo (sindicato amarillo), o cuando un representante sindical  se vende a los contrarios (como parecer ser que ocurrió en Caja Madrid por algún representante sindical o político, inmediatamente  expulsados de sus organizaciones).
Dicho esto, sin embargo, hay algunos puntos que producen fricciones y dudas sobre el comportamiento sindical:
1. Por un lado late en todo sindicato  un deseo comprensible de configurarse como un prestador de servicios (de asesoría jurídica, económica,…) para sus afiliados y para todos los trabajadores en general. La forma más eficaz de hacerlo es adoptar los moldes empresariales, cumpliendo con las obligaciones legales de afiliación y cotización, evitando la sobreexplotación o el subempleo de los propios trabajadores sindicales. Pero más allá de la constitución de una burocracia sindical, un sindicato que funciona parcialmente como una empresa, una empresa sindical, es un oxímoron, un contrasentido como la guerra pacífica. Y cuando se comporta como una vulgar empresa  el sindicato pierde parte de su legitimidad, aunque sean comportamientos legales. 
2. Unido íntimamente a ese anhelo de conformarse como un prestador de servicios y una gran organización se encuentra el problema de la financiación. Un gran parte de la financiación es pública, ajena a la financiación de los afiliados. Sin entrar en valorar la conveniencia o no de la autofinaciación sindical o qué porcentaje debe ocupar[1], esta dependencia de las fuentes públicas hace sensible al sindicato a la merma de esas partidas como ha ocurrido últimamente.
 Por otro lado, se da un problema de opacidad y de cierta irregularidad. En cierta medida ambos rasgos son consecuencia de los valores propios del régimen autoritario, con respecto al cual no hubo una ruptura en ciertas prácticas inherentes al funcionamiento burocrático. La primera se contrarresta con transparencia real, no meramente formal, que explique  de dónde viene el dinero al sindicato y a dónde va. En el segundo elemento es más difícil de modificar, pues obedece a una arraigada disonancia entre la normativa severa y una praxis muy elástica; la práctica de entender que el papel lo aguanta todo es muy castiza; las facturas pro forma son habituales en toda la administración pública y en las empresas, lo que no entra en una partida se mete en otra, etc. El año pasado la propia  patronal  denunció que el gobierno había gastado la partida de formación profesional  para otros pagos, desempleo, parece.
Estas irregularidades generalizadas, miradas con detenimiento, en más de una ocasión pueden ser consideradas conductas ilícitas e incluso delitos.  Y además, propician los comportamientos irregulares en beneficio privado de alguno de los actores de las mismas. No abogamos por un cumplimiento de la ley per se, sino que los sindicatos pueden valorar omitirlas, sopesando las consecuencias y si entienden que las normas son injustas; los sindicatos deben ser necesariamente más cautos y honestos que aquello que combaten.
3. Sin entrar a valorar la conveniencia o no de aceptar el neocorporativismo por parte de los sindicatos, lo cierto es que cada participación institucional debe de ser precedida por una valoración de en qué medida conviene esa implicación en función del control real  o de intervención critica que propicie. Debe ponderarse siempre que esa colaboración tiene costes, como aparecer como comparsas y legitimadores de políticas inaceptables. Sin entrar en pormenores basta con recordar el escaso efecto neutralizador de los desmanes de las entidades financieras (cajas de ahorro) que tuvo en general la participación sindical en los órganos de control de esas entidades.
4. Vinculado a esa participación institucional puede existir un cierto contagio con respecto al comportamiento de la elite política y empresarial. Ver que los demás cobran dietas, emolumentos, utilizan tarjetas, etc con absoluta impunidad puede influir en el comportamiento de los representantes sindicales. La contaminación por contacto es posible, y las prebendas pueden tener una función domesticadora, pero se debe reivindicar tanto una actuación con unos parámetros éticos superiores por parte de los representantes sindicales, como un control más riguroso por parte de sus organizaciones. Aquí la transparencia también es un factor de control; quién está, dónde, qué compensaciones recibe,…
Para terminar debemos recordar que existen diversos tipos de sindicatos, y  unos y otros poseen en un grado muy variable las características que dan lugar a estos puntos de fricción, Pero la denigración se extiende a todas las organizaciones sindicales y es funcional a la política neoliberal del gobierno.





[1] Aunque en algún caso se ha afirmado desde algún sindicato mayoritario que la financiación por cuotas llegaba al 90%, es posible que esa fuente no llegue a un tercio del total en la mayoría de los supuestos. Sin embargo, un sindicato concreto (ELA-STV) parece que, tras haber optado por dar prioridad a esta  vía de autofinanciación, se acerca a esas cifras (88% en 2012), existiendo cierta confirmación documental al respecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario